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Adelantos

Montgomery de lana roja * Cristina Eseiza

 

 

 

Fue poner un pie en el claustro de entrada y encontrar una manada desorientada de adultos mayores, apelmazada entre saludos y reconocimientos, mientras los alumnos del vespertino nos miraban indiferentes, tal como alguna vez habíamos observado a las promociones supérstites convencidos de que nunca llegaría esa hora trágica para nosotros.
Allí, en el claustro central, sin tardanza comienza lo otro. Porque sí, esa noche, bajo el mismo techo del colegio de la patria tenía a dos de mis ex.
El más antiguo se me acerca agitando el índice como quien se apantalla y me dice: «Te escuché en la radio, ¡qué buena esa trivia, nunca me imaginé que esa palabra fuera quechua!» Agradezco con la cartera abrazada sobre el pecho protegiendo el plexo solar y no menciono que ni me acuerdo de la trivia ni del quechua, sonrío. Hago bien en parapetarme porque mi ex antiguo redobla los bríos y le sale: «Estás igual a tu papá», no puedo creerlo y contesto: «Siempre fui igual a mi papá», su imaginación rebosante no se hace esperar: «Pero ahora, más». Intento discernir si es un elogio y no lo logro. Inmediatamente me intercepta el gemelo de mi ex antiguo y me dice lo mismo, con él soy un poco más piadosa: no contesto.

 

Cristina Eseiza, fragmento de «Retornados», Montgomery de lana roja.

Viajera, 2018.