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Vestido de novia (frag.) * Cristina Eseiza

 

 

Evangelina se fue a su dormitorio y se encerró, no estaba dispuesta a que nada empañara ese instante de gloria. Tenía su propio trabajo, por momentos presagiaba que ese torbellino era demasiado vertiginoso y que la llevaría a confines insospechados e inciertos, que la lanzaría contra las piedras hasta desnucarla. Aplicada, traía al presente los años de noviazgo apacible e inequívoco, la tenue seguridad de la aprobación, de las garantías, su mustio pasado de postergada. Si eso que le tomaba el pecho, el estómago, todas las tripas era amor, no lo sabía, tampoco lo había sabido antes y en sus pocos años ya había aprendido a desconfiar de las certezas.
Así como participaron del enlace en su nombre, relevando a sus padres del compromiso de condenarse al infierno, por contribuir a esa sinrazón, Evangelina confirmó que jamás se pondría un vestido de novia. Ese merengue níveo, almibarado, pródigo en tules, lazos, sedas y madroños no era para ella, no estaba en sus cálculos, los fuegos de artificio no habían nublado la utopía de su corazón. Su madre tendría que atesorar el trueno del escarmiento para otro trance.

 

Montgomery de lana roja, Cristina Eseiza.

Viajera, 2018.